Pues sí, por increíble que parezca podemos disfrutar de este maravilloso y misterioso animal en Andalucía, concretamente en Antequera. En un entorno incomparable, rodeados de naturaleza y con el silbido de los pájaros de fondo. Aunque claro, todo hay que decirlo, el aullido de los lobos también va en el pack.
El lugar se llama “Lobo Park”, no se trata de un zoo ni nada por el estilo, allí los animales viven en semi-libertad y no están domesticados ni reciben un premio por actuar. Su estancia está basada en su hábitat natural, viven de la misma manera que lo harían estando en libertad, pues disfrutan de una extensión amplia de terreno y son alimentados cada varios días, del mismo modo que lo harían ellos si tuviesen que cazar.
Su cuidador y fundador (Daniel) ha creado un vínculo muy especial con algunos de ellos y lo han aceptado como un miembro más de la manada ¡Qué privilegio! Esto es algo que muy pocas personas en el mundo han conseguido. Es una gozada escucharle aullar y contemplar como instantes después los lobos le responden.
Y es muy difícil definir la sensación que obtenemos cuando estamos cerca de estos animales, cuando podemos mirarles a los ojos tan de cerca y observarlos mientras ellos permanecen impasibles ante nuestra mirada. Casi siempre pensamos que si nos encontrásemos con un lobo cara a cara este nos atacaría, pero eso sólo pasa en las películas. Normalmente ellos huyen de los humanos, pienso que nos ven como a enemigos más que como alimento; pues ellos cazan para comer, no matan por entretenimiento (por cierto, otro dato que los diferencia del ser humano. Lobo 1-humanos 0). Por eso el objetivo o la finalidad del parque es acercarse un poco más a este animal salvaje, que no desconfíe del hombre, pero no por ello pensemos que van a actuar como un perro, para observar su comportamiento, el lugar que ocupa cada miembro en la manada, cómo se relacionan entre sí, de qué manera influyen los factores medio ambientales en su comportamiento, los cambios que sufren en su cuerpo (en verano adelgazan y pierden parte de su pelaje; además de que no luce igual).
También llama la atención la adaptación al medio de cada especie, pues el lobo ibérico es más difícil de distinguir, se camufla muy bien entre las piedras, matorrales, etc…
El lobo de Alaska con su color blanco característico, aunque en este caso no sea de gran ayuda. Podemos observar otras dos especies más como el lobo Europeo y el lobo Timber, con su pelaje ceniza (procede de bosques canadienses). Aunque es curioso, cuando nacen son completamente negros, independientemente de la especie de la que provengan.
Otro dato que me llamó la atención y que desconocía, fue saber que todos los lobos tienen los ojos color miel, ¡sí todos! También su tamaño, superior a otros canidos, en cuanto a peso y estatura; y la parsimonia con la que nos observaban tras la alambrada, parecían estar cansados (debía ser por aquello de que era Domingo).
Mención aparte merece el refugio animal del que disponen, un espacio donde animales domésticos que han sido rescatados o adoptados conviven entre sí.
Pero como en todas las historias, en esta también hay una parte menos bonita, y es básicamente que la idea de este parque es muy buena y productiva, pero igual que nosotros obtenemos disfrute y distracción acudiendo a él, ellos también nos necesitan, por ello existen programas de apadrinamiento (puedes informarte a través de su página web); con ello contribuimos a financiar los gastos de alimentación, revisiones veterinarias, etc…)
Realmente es una suerte poder visitar este lugar, y debería ser visita obligada para concienciarnos de que la naturaleza es un bien que poseemos todos y por ello debe ser cuidada y respetada como se merece. Que cada individuo ocupa su lugar y que todos somos necesarios dentro de la cadena alimentaria.
No dejéis de ir.