Y no lo digo en sentido malicioso, más bien en el esplendor máximo de la palabra.
El lugar bien lo requiere, y es que desde que he descubierto la pequeña localidad de Giethoorn, en los Países Bajos, no hay quién me quite de la cabeza que se trata de un lugar de fábula.
Se encuentra flanqueada por el Parque Nacional Weerribben Wieden, una gran extensión de terreno pantanoso rica en flora y fauna. Sus habitantes están muy concienciados con el buen uso de los recursos naturales de los que disponen y por el respeto a la naturaleza. Es por ello que el uso de vehículos está prohibido en la parte antigua del municipio, siendo su medio de transporte más común la bicicleta.
Pero no es ese el único ejercicio que harás si visitas esta peculiar aldea, pues cuentan con numerosos puentes, más de 150 para ser más explícitos, que conseguirán sacarte los colores. Muchos de éstos han sido creados por los vecinos para permitir el acceso a las viviendas, ya que sus calles han sido reemplazadas por canales, por donde los lugareños circulan a diario en una especie de canoas llamadas “punter”, movidas a remo; pero también disponen de embarcaciones eléctricas. En la jerga popular se la conoce como la “Venecia Verde”, claro que aquí su entorno es más puro y limpio.
Debido a que se trata de una zona fluvial, las casas se sitúan a ambas orillas del lago, y su construcción bien podría basarse en el afamado cuento de los hermanos Grimm: Hänsel y Gretel, pues parecen casitas hechas a base de pan de jengibre, totalmente apetecibles para el paladar. Pero esta vez vamos a descartar a la bruja, aunque si de otro modo fuese, bien podríamos arrojarla al canal; o mejor aún, encerrarla en el viejo molino de viento. De cualquier manera, lo importante es disfrutar y exprimir al máximo la esencia de cada lugar.
En ocasiones sucede que, la magia del pensamiento y la energía de los sueños se unen en sinergia dando como resultado lugares con encanto como Giethoorn.
